UN GRITO AHOGADO


Era una mañana de sábado, como era usual a las 8:30 am sonaba la primera campanada para ir al catecismo,  Amanda ya estaba dispuesta aún en pijama a ver su caricatura preferida “ositos cariñositos”.

A su alrededor se escuchaba la licuadora a todo motor, el cuchicheo de las señoras al caminar frente a su casa, todo parecía normal.

Tras dar las 9:00, Amanda estaba sentada en primera fila escuchado el tema de ese día, ella se había puesto un vestido muy especial, blanco con detalles en rojo y unas figuras bordadas que su abuela le había hecho a mano, se había puesto unas tobilleras blancas con sus zapatos de suelas corridas, como toda niña de 6 años tenía.

La campana sonó y como era de esperarse corrió a la salida, dispuesta a pasar un día con sus amiguitas. Llego a la casa, tiro la mochila a un lado y salió al patio trasero, donde Lucia, Gabriela, Antonia y Marisol la esperaban para jugar.

Cerca del patio  grande había un local de frutas, el cual siempre era atendido por una pareja de esposo ya mayores, que en ocasiones les regalaban frutas.

Ese día ellas decidieron jugar a las escondidillas, siempre se inventaban juegos por desafiar, pero ese mediodía estaban dispuestas a jugar algo que les permitiera cuidarse del fuerte sol, quizá estaban a unos 35°C.

Había pasado ya un rato, Amanda había recibido su castigo por no encontrar a ninguna de sus amiguitas, las cuales le impusieron cantar en pleno sol. Gabriela había hecho 15 sentadillas, Antonia había dado 5 vueltas al parque estaba cerca de sus casas. Ahora el turno de Lucia, junto a un enorme árbol de coco y contando de manera paulatina llego hasta el número 30.

Amanda se encontraba cansada y con mucho calor, el sudor se acercaba a su frente, y lo más cerca y seguro que tenía era aquel lugar donde vendían frutas. 

Corrió con la esperanza de no ser encontrada, y sin mirar atrás entró en aquel local.

Se escondió detrás de la puerta y, al darse cuenta, el dueño del local estaba cerrando el lugar, primero bajo la cortina de aluminio que daba claridad a donde Amanda estaba, después cerró la puerta que estaba a un lado y de pronto la oscuridad se apodero del lugar.

Amanda se quedó quieta y cerró los ojos  sin saber lo que estaba a punto de suceder.

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